Ya está. Teníais razón. El fin del mundo se acerca. La rebelión de las máquinas, la peor de las distopías escritas, el leviatán de metal, la madre que nos parió. Yo tenía fe, en cierto modo, en que la tecnología podía salvarnos de la tecnología. Dudaba, a veces, cuando veía grupos de chavales sentados en un banco con el cuello encorvado y sin dirigirse la palabra. Pero bueno, me decía, a esa edad podrían estar meando desde las copas de los árboles. Qué sé yo. Pero hoy me he rendido. Paseaba sin rumbo, en uno de los parques de la ciudad, y me detuve a ver una pachanga en las canchas de fútbol sala. A ver cómo se las gastaba la cantera, ya me entienden. Chavales de unos diez u once años, 3 para 3. Bueno, lo típico, más tontería que fútbol. Cañitos, vaciles, torpezas y juego sin pretensiones. Sentí algo de nostalgia. Vale, está bien. Me divierto un rato viéndolos y, justo después de reanudar la marcha, ocurrió.
Uno de los porteros, porteros-delanteros claro está, un gafotas rubio más bien gordote — ya veo que eso no cambia, los gordos son carne de portería—, hace aspavientos y pide parar el partido. Le ha dado un buen tirón, querrá beber agua, se caga encima, pensé yo. Qué va. Nada de eso.
—Un momento, ¿eh? Paramos el partido que quiero ver si tengo llamadas perdidas.
Me asusté. Pensé que le iban a reventar las gafas a pelotazos. Pero qué va. Nada de eso. Nadie dijo ni mu. Pararon todos, y ya de paso, también echaron una miradita al móvil. El abuelo cebolleta que llevo dentro pensó que, en sus tiempos, el que se iba a beber agua se arriesgaba a encajar goles. Beber era de débiles. Y mira ahora. Consultar el móvil es motivo de parar un partido. No daba crédito. Quise gritarles algo, pero me di cuenta de lo ridícula que sería la situación. Reanudé el trote cansado a ninguna parte. Al mismo sitio al que parece que se dirige la humanidad.
Estamos condenados. Rezad vuestras oraciones, el mundo se acaba. ¡Arrepentíos antes de que sea tarde!
Ya ni el fútbol se salva.
Estamos mutando si es que no hemos mutado ya.
A mí me ha salido un móvil en el brazo.
Excelente. Me ha gustado mucho. Johan, me he reído de esta tragedia. Tú eres muy joven y todavía te acuerdas de cuando no podías parar el juego para beber agua. Yo me acuerdo de cuando ni había celulares, que se iba una de juerga con las chicas y tenías que volver a la hora que te habían dicho, pero ni sabían en dónde estabas. El mundo se acaba, bien lo has dicho. Me voy a arrepentir…¿pero de qué? Ya ni sé si he pecado.
Bueno, arrepiéntete de tener móvil. Tíralo a la basura y salgamos de fiesta.
Jajajajaja… Oye, que se acostumbra una rápido a la mala vida. Así de fuerte tampoco…
Podría esperar una llamada de su madre para ir a comer… Peor habría sido parar para ver si tenía WhatsApp y querer contestarlos…. Aunque seguramente es lo que hizo con la excusa de las perdidas. El acabose. Un abrazo
Como si es una llamada de Jesucristo resucitado. ¿Estás al fútbol o a Rolex?
Jajajaja. Está a la comida, para eso es el gordito. 😛
Jajaja, me ha hecho mucha gracia, aunque en le fondo no es para reírse. Soy profesora, y tendrías que verles en el patio del instituto… Se les va así el recreo. A veces, les miro por la ventana y me parece una distopía a lo Black Mirror.
Ojito, que Black Mirror es más presente que futuro. Qué sé yo. Igual es que estoy mayor para entenderlo.
En la era del síndrome “no se lo que quiero pero con el móvil en la mano” hay que salir por cualquier agujero para no deprimirse. El tuyo lo has conseguido. Buen escrito.
Muchas gracias. ¡Habrá que huir a ese agujero!
Yo tengo una especie de alergia a las llamadas perdidas ya sean conocidas o desconocidas. El otro día le comenté a un compañero de foro que trataba un tema parecido, que el fijo lo tengo desconectado de lunes a sábado y el móvil lo apago a las 10 de la noche. Las malas noticias llegan a casa siempre de una forma u otra y las buenas pueden esperar.
Saludos.
A mí me pasa algo parecido. Además, los buenos nos hacemos esperar. Un abrazo.
Creo que me enamoré de cómo escribes jajaja, ok no. Pero estoy fascinada con tus relatos y poemas. Saludos.
Gracias por pasar. No pasa nada por enamorarse, si es muy bonito. 🙂